viernes, 12 de agosto de 2011

El Binomio Fantástico


  • Las características del cuento fantástico son : 
         - Es una historia construida desde una estética realista
         - Empieza con una historia real. En mi texto: Cuenta la historia de una anciana que tenía un hermoso jardín en el cual los niños jugaban, regaban y cuidaban las flores.
         - Luego de repente ocurre lo que irrumpe con lo cotidiano. En mi texto: la flor se convirtió en un portal y salió un marciano desde adentro
         - Lo extraño se cuenta con normalidad. En mi cuento: se cuenta normalmente que ella se transforma en un marciano y poco a poco va destruyendo a la raza humana
         - Hay una incertidumbre, ya que hay dos tipos de lecturas: La realista y la fantástica. La incertidumbre de mi binomio podría ser: que esta loca (como lo creían los niños) o que estaba dormida.
         - No se utiliza el pensamiento racional
  • Al principio la idea del binomio fantástico nos resultaba rara, por que teníamos que unir dos cosas muy distintas en un mismo texto y que se relacionen. Mi idea surgió al ver a mi primo y sus amigos jugando a un juego con "ametralladoras". Tuve que corregir mi cuento dos veces, una por que me había expresado mal y otra para introducir a la incertidumbre. Algunas anécdotas graciosas fueron que en todos los cuentos había como dos grupos de finales: Los buenos (en los que el marciano era amigo de la flor) y los malos (en los que se mataban y cosas así) por eso nos resultó muy divertido compartir los cuentos.

  Mi binomio fantástico: Flor y Marciano 

              Lucrecia era una anciana que vivía sola en una de las casas más lindas de la ciudad. Todos los niños adoraban ir a jugar a su jardín, regaban y cuidaban sus plantas, Lucrecia los recompensaba con leche y galletitas recién horneadas, lo que ella no sabia era que ellos creían que estaba loca.
              Una noche mientras dormía plácidamente vio unas luces en su patio, creyó que eran los niños que estaban jugando como aveces lo hacían a la noche.
              Luego vio que en el medio de su jardín había plantada una hermosa flor y pensó que habían sido los chicos.
              Noche tras noche veía que poco a poco su jardin iba desapareciendo. Por eso decidió espiar para ver que pasaba. Mientras observaba vio que desde lejos la flor se convertía en un portal y salia un marciano con una ametralladora en forma de árbol con la cual disecaba plantas, Lucrecia salió a enfrentar al marciano, éste le disparó y la anciana se convirtió en un marciano.
              Siguiendo la costumbre espacial empezó a espantar a los niños y a matar a la sociedad, así poco a poco fueron terminando con la raza humana y los marcianos invadieron la tierra.

                                                                 
                               FIN



jueves, 4 de agosto de 2011

Continuidad de los parques- Julio Cortazar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

viernes, 8 de julio de 2011